Cuanto más habitas el cuerpo, cuidándolo, comprendiendo sus procesos, cuanto más practiques el placer contigo desde una mirada abierta y extensa, cuanto más explores tu cuerpo, cuanto más te disfrutes, mejor vives tu vida y por ende tu sexualidad (siempre entendiéndola desde un enfoque biopsicosocial).
Creo que para eso es necesario hacer una pausa, aplacar el ruido mental, priorizar, observar que es lo necesitamos en este momento.
Lo queremos todo y lo queremos ya y eso, eso es imposible.
Si vivimos con ritmo frenético, sin parar, donde no hay tiempo, si vivimos desde la exigencia, desde la culpa, si paramos cuando la vida nos pone un freno obligado, entonces como podemos creer que así es posible disfrutarnos?
La sexualidad, como la vida, si es vivida desde el cumplir, desde el tener “que”, desde la autoexigencia y desde modelos que no nos representan, nos llevará a la frustración, al desgaste, al aburrimiento, a la infelicidad, estaremos renunciando a la energía más poderosa y al derecho de vivir una sexualidad placentera y desde la verdad.
Queremos gozar sin dedicarnos tiempo, queremos buen sexo sin cultivarlo, sin saborear lo cotidiano.
Queremos potenciar nuestra sexualidad sin conocernos, sin estar disponibles y eso, eso imposible.
Hay que darse permiso para explorarse, para cuidarse y mimarse.
Hay que trabajar en aceptarnos y mejorar aquello que deseamos pero sin exigencias y sin modelos que oprimen, por el simple y grandioso hecho de querer evolucionar y transformarnos.
Quien se conoce, quien se ama y se cuida tiene el poder de cambiar todo aquello que no le corresponde y abrazar todo aquello de lo que es merecedor.
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